Córdoba en un fin de semana - Qué ver



VIERNES

Salida desde casa en coche, llegada a Córdoba a la hora de comer.
En las proximidades de nuestro hotel (Hotel San Miguel, en C/ San Zoilo, un hotel sencillito en una vieja casona cordobesa, muy limpio, confortable y estupendamente situado para visitar todo el centro a pie) y también de camino al restaurante paseamos por calles estrechas flanqueadas por viejas casonas pintadas en blanco y amarillo con sólidas rejas que protegen hermosos patios y la intimidad de sus habitantes.

Calles de Córdoba

Comemos bastante bien a base de raciones en restaurante Sociedad Plateros, junto a la C/ San Francisco, comida típica cordobesa como el salmorejo, berenjenas con miel, pescadito frito, rabo de toro... etc
Después de comer, nos dirigimos hacia la que va a ser nuestra primera visita en la ciudad: el Palacio de Viana, en el barrio de Santa Marina. Llegamos sobre las 17:30 y la visita guiada del interior del palacio es a las 18:00. Durará unos 45 minutos y es la última visita del día, ya que cierran a las 19:00.
Tenemos sólo media hora para recorrer los patios por libre. Es muy escaso este tiempo, habríamos necesitado como mínimo otra media hora más, pero es lo que hay y no queda más remedio que recorrerlos a toda prisa. Doce patios, doce maravillas, cada uno con su personalidad, con sus características propias, con una función diferente, pero todos preciosos y bien cuidados invitando al disfrute, a la contemplación o a sentarse, cerrar los ojos y dejarse invadir por los aromas y arrullar por el murmullo del agua.

Patio de Recibo (Palacio de Viana)
Después de la visita guiada al interior del palacio, y en el mismo barrio, nos acercamos hasta la Iglesia de Santa Marina. Justo enfrente, en la plaza del Conde de Priego, rodeada por un convento y unos bloques de casas, está el Monumento a Manolete, hijo de la ciudad, cuyo recuerdo iremos encontrando a menudo en sus rincones. Este torero murió a la edad de 30 años corneado por el toro "Islero".

Monumento a Manolete

Desde aquí, de camino hacia la Plaza de los Capuchinos, pasamos junto a la Puerta del Rincón, a cuyos pies, una escultura de una mujer riega los tiestos colgados de una pared blanca. Es el Monumento a los Cuidadores de Patios.

Monumento a los Cuidadores de Patios, Córdoba

Un poco más hacia adelante, a la derecha, hay que subir la Cuesta del Bailío, con sus anchos escalones empedrados de chino cordobés, que ya vimos en los patios del Palacio de Viana y que veremos constantemente en otros muchos rincones de la ciudad.

Chino cordobés

Al fondo de la Cuesta destacan la portada de piedra de las Casas del Bailío.

Cuesta del Bailío

A la derecha de estas casas una callecita nos lleva hasta la Plaza de Capuchinos, donde se acaban de encender las luces que rodean e iluminan al Santísimo Cristo de los Desagravios y Misericordia, popularmente conocido como el Cristo de los Faroles. Se encuentra el Cristo en el centro de una plaza rectangular formada por edificios de paredes blanquísimas. Si de día tiene encanto este rincón, al llegar la noche lo envuelve el embrujo. Cualquier leyenda podría hacerse realidad aquí.

Cristo de los Faroles

En la misma plaza, la Iglesia del Santo Ángel guarda las imágenes de la virgen María Santísima de la Paz y Esperanza y el Padre Jesús de la Humildad y Paciencia, que saldrán en procesión dentro de muy pocos días.
Girando a la derecha al final de la plaza, llegamos en pocos minutos a la Plaza de Colón. Esto ya es otra Córdoba. El paisaje ha cambiado bruscamente. Son edificios altos y modernos los que rodean la plaza y no las viejas casas blancas y amarillas.
En la esquina con la Avenida de las Ollerías encontramos la Torre de la Malmuerta, que toma su nombre de una pobre mujer fallecida a manos de su marido celoso.

Torre de la Malmuerta

Cenamos en la taberna Los Berengueles, en la misma calle de San Zoilo, a pocos metros de nuestro hotel. Justo enfrente, encontramos una placa que indica la casa natal de Manuel Rodriguez Sanchez "Manolete" el 4 de julio de 1917.
Después de cenar, nos vamos a tomar un café a una de las terrazas de la Plaza de las Tendillas, también muy cerca del hotel. Es viernes por la noche y hace una temperatura agradable, por lo que la plaza está bastante animada.
Al regreso al hotel, nos sorprende el encuentro con uno de los pasos de Semana Santa

Paso procesional de Semana Santa
A excepción de las imágenes, que están tapadas, el resto está listo para la procesión. El dorado del trono, impoluto, brilla al pasar bajo las farolas. Un turno de costaleros ensaya el recorrido y atiende las instrucciones de los directores del paso mientras el otro turno descansa. El miércoles santo se relevarán cada media hora hasta llegar a la meta. Debajo del trono habrá 50 costaleros, cada uno armado solamente con su costal, bien colocado desde la frente hasta la espalda, para que el mullido caiga en el sitio exacto de la cerviz donde descansará el peso.

Costaleros

Uno de los costaleros al que acaban de relevar nos cuenta que a los pocos minutos llevando el paso se le duerme esa zona del cuello. No nota peso ni dolor, pero son las piernas las que sufren, las que llega un momento que es un calvario dar un paso más.
Es un espectáculo seguir el paso por las calles estrechas, de una a otra perpendicular van girando lentamente hasta conseguir los 90º que necesitan para avanzar, sorteando farolas y balcones, que dejan a tan pocos centímetros.
Un poco más adelante otro grupo de costaleros ensaya también, únicamente con las andas desnudas, sin manto ni dorado ni imágenes, simulando el peso del paso con sacos llenos de tierra, y así podemos ver a esas personas invisibles en las procesiones y cómo sujetan el paso sobre su cuerpo.

Armazón de paso procesional

Con este encuentro inesperado se ha hecho tarde y ya es hora de ir a descansar.


SÁBADO

Salimos del hotel sobre las 8:15 para estar en la Mezquita-Catedral cuando abran a las 8:30. De lunes a sábado a esta hora la entrada es gratuita y, además, al haber poca gente, podemos disfrutarla mejor.
Cuando llegamos, no han abierto todavía y unas 15 o 20 personas esperan ya.
Enseguida nos abren las puertas y pasamos primero al Patio de los Naranjos y, a continuación, al interior de la Mezquita.

Mezquita-Catedral de Córdoba

La luz tenue ilumina los arcos blancos y rojos, que contrastan con los ornamentos cristianos. Dos culturas que se presentan en armonía como símbolo de la que debería reinar entre las personas.
La hora pasa muy deprisa contemplando el espacio y los detalles. Podríamos quedarnos a misa si quisiéramos, a las 9:30, pero decidimos seguir la visita fuera de la Catedral.
Un poco antes de las 9:30 los vigilantes van invitando a los visitantes hacia la salida y nos vamos.
Hay que saludar a la Virgen de los Faroles, con su capillita adosada al muro de la Mezquita. "Si quieres que tu dolor se convierta en alegría, no pasarás pecador sin alabar a María" dice la placa en la verja.

Virgen de los Faroles

Nos asomamos al Bar Santos, al lado, a ver si ya está abierto y así poder probar su famosa tortilla, pero nos dicen que no abren hasta más tarde, sobre las 12:00, y caminamos hacia el río.

Puerta del Puente

La Puerta del Puente, majestuosa, separa una plaza donde encontramos el Centro de Visitantes del Puente Romano.
En esa misma plaza encontramos uno de los varios Triunfos de San Rafael que hay por Córdoba, siendo los cordobeses muy devotos de este arcángel, al que consideran custodio de la ciudad.
Este triunfo es el más monumental de todos.

Triunfo de San Rafael

Aprovechamos para  entrar en el Centro de Visitantes para coger un plano y comprar las entradas para el espectáculo ecuestre de las Caballerizas Reales para esta noche, a 15€ por persona.
El puente Romano invita al paseo. Bajo él las aguas tranquilas del río Guadalquivir fluyen tranquilas.

Puente romano de Córdoba

En el puente encontramos otra imágen del arcángel y, al fondo, la torre de la Calahorra, defensiva y para control del puente.
Desde aquí tenemos una bonita vista del edificio de la Mezquita y del casco histórico.
Antes de adentrarnos en la Judería, cogemos fuerzas con un buen desayuno en la cafetería del Hotel Hacienda Posada de Vallina, junto al Centro de Visitantes.
Después de desayunar, callejeamos primero sin rumbo fijo por las calles estrechas del casco antiguo. Enseguida llegamos al Museo Taurino y, aunque no lo vamos a visitar, nos asomamos a su patio, donde un enorme toro nos recibe junto a una escultura de Manolete.

Patio del Museo Taurino

Después pasamos por la Plaza de Maimónides y llegamos al Zoco Municipal de Artesanía, con su bonito patio alrededor del cual se disponen los talleres y tiendas de los artesanos.


Zoco Municipal de Artesanía

Seguimos hasta la Sinagoga, pequeñita pero importante por ser la única sinagoga medieval que se conserva en Andalucía y una de las 3 de toda España, estando las otras 2 en Toledo.

Sinagoga

Seguimos hasta Puerta de Almodóvar, sin atravesar la muralla. Ahora ya sí, dejamos el callejeo sin rumbo para visitar los puntos interesantes que nos quedan en la Judería y por los que no hemos pasado todavía.
El primero, la Capilla Mudéjar de la Iglesia de San Bartolomé, con grandes mosaicos coloridos de diseños parecidos pero todos diferentes. Justo al lado de la Capilla se abre otra entrada al Zoco Municipal, entramos de nuevo y damos otra vuelta subiendo ahora al piso de arriba, desde donde tenemos otra bonita perspectiva del patio y vemos más tiendas de artesanos.

Capilla mudéjar de San Bartolomé

Muy cerca de allí nos llama la atención lo que parece un nombre de calle: "He encontrado un atajo". Forma parte del Callejero Pirata de Córdoba (https://www.google.com/maps/d/viewer?mid=zp2lTejQriQU.kCbjmC3qV2nE&hl=es). Una idea bonita y original de dos cordobeses que bautizaron de nuevo algunas calles con nombres tan sugerentes como "Aquí te espero", "Por fin te he encontrado", "Volando voy"... etc.



Camino hacia el Monumento de los Enamorados, pasamos por varios sitios interesantes. Uno de ellos es Disimusa, en la Calle Tomás Conde, una tienda preciosa de abanicos que llaman mi atención y no me resisto a llevarme uno. Están hechos en madera de peral con tela de algodón pintada a mano. Todos son diferentes con bonitos colores y temáticas muy diversas. Cuesta decidirse porque todos me encantan. Al final elijo uno con una gran sirena. ¿Cómo resistirse a su llamada?

Tienda de abanicos

En la misma calle, pasamos frente a la Casa de las Pavas, que recibe este nombre de los dos pavos reales que flanquean el escudo de los primeros propietarios en su fachada,  una antigua casa-palacio en la que nació Luis de Góngora y Argote, hoy convertida en hotel de lujo.
A pocos metros, encontramos la Calleja del Salmorejo Cordobés, con receta incluida.

Calleja del Salmorejo Cordobés

Un poco más adelante está la entrada a los Baños del Alcázar Califal, que no visitamos y, allí al lado, el Monumento a los Enamorados, un templete en memoria del poeta Ibn Zaydun y la poetisa y princesa Valada, con versos de ambos en árabe y en castellano y dos manos que se unen.

Monumento a los Enamorados

Volviendo por la Calle Tomás Conde, llegamos hasta la Galería de la Inquisión, en la Calle Manriquez, una muestra  de utensilios de tortura que no visitamos. Justo enfrente, el mercado de comida Los Patios de la Marquesa, con puestos para comprar algo y sitio en los patios para sentarse a comerlo. Todavía es pronto para comer y seguimos ruta hacia la Mezquita. La rodeamos y, desde su esquina norte, nos acercamos hasta la Calleja de las Flores, una estrecha callejuela que tiene de particular las macetas azules colgadas en lo alto, los arcos que la cruzan y la vista de la torre de la Catedral desde la placita en la que desemboca.

Calleja de las Flores

Es hora de reponer fuerzas y lo hacemos con una tapa de tortilla del Bar Santos. Si por algo destacan estas tortillas es por su gran tamaño, al estar hechas cada una con 20 huevos y varios kilos de patatas. Para mi gusto, no es una tortilla exquisita, las he comido mucho mejores, pero sí curiosa y contundente.
Nos ponen la ración en un plato de plástico junto con un paquetito de picos para acompañar y salimos a la calle, a sentarnos en el muro de la Mezquita, donde podemos comerla mientras observamos el movimiento incesante de gente por la zona.

Tapa de tortilla del Bar Santos

Seguimos por la calle Martinez Rucker hacia la Calle de Pedro Jimenez, también conocida como Calleja del Pañuelo. En la parte un poco más ancha de la calle, un pobre árbol queda aprisionado por dos fachadas blancas.
Y en la parte más estrecha, no cabe un pañuelo de señora extendido. De ahí su nombre. La calleja desemboca en una placita tan diminuta que algunos la consideran la plaza más pequeña del mundo, con una pequeña fuente y un naranjo. No cabe más.
A unos 500 metros, está la Plaza del Potro, y hacia allá nos dirigimos ahora. Hay varios puntos de interés en la plaza. Uno de ellos es la fuente, con el caballito en lo alto que da nombre a la plaza, al barrio y a la posada.

Fuente del Potro

También en la plaza podemos ver otro de los Triunfos de San Rafael repartidos por la ciudad. La Posada del Potro data del siglo XIV y, desde entonces ha dado refugio a los viajeros hasta hace no muchos años. Ahora se utiliza como centro cultural y de exposiciones, conservando su aspecto originario. Tanto la Plaza como la Posada sirvieron de inspiración a Cervantes, Góngora y Quevedo, que las citaron en sus obras.

Posada del Potro

Enfrente de la Posada, un portalón da paso a un patio con acceso a dos museos: el Museo de Bellas Artes, y el Museo de Julio Romero de Torres, éste último con fachada decorada en llamativos colores junto a la casa en la que el famoso pintor nació, vivió y murió.

Museo Julio Romero de Torres

Seguimos la visita por la Casa de las Cabezas, en la Calle Cabezas, donde el padre de los Siete Infantes de Lara tuvo que ver las cabezas cortadas de sus hijos presentadas en bandeja de plata. Después, fueron expuestas como trofeos en el callejón junto a la casa, la Calleja de los Arquillos, que podemos fotografiar desde la reja, pero no cruzar, al estar cerrada al paso. La Casa es visitable pero se ha hecho hora de comer y vamos hacia la taberna Los Berengueles, donde cenamos ayer y vamos a comer hoy.
Desde allí, bajando por la Calle Portillo y cruzando la muralla, llegamos a la Portada del Compás de San Francisco, que da paso a la Iglesia del mismo nombre..
Cerca del ayuntamiento, y también del hotel, nos acercamos un momento hasta el Templo Romano.

Templo Romano

Después de comer en la taberna nos acercamos hasta la Plaza de las Tendillas para un postre en la heladería de La Flor de Levante. Y, después, para descansar de una mañana intensa y estar frescos para el espectáculo ecuestre de esta noche, nos retiramos al hotel a echar la siesta.
A eso de las 19:15 salimos del hotel en dirección a las Caballerizas Reales. El espectáculo es a las 20:00. Vamos con tiempo de sobra y, cuando llegamos, nos toca esperar un poco la cola para entrar hasta que abren las puertas a las 19:45.

Entrada a las Caballerizas Reales 

El espectáculo ecuestre es bonito y ameno. Dura un poco más de una hora que pasa volando contemplando a los caballos, sus pasos y piruetas. La música, muy bien elegida, acompaña y resalta la belleza y el entrenamiento de los equinos.
A la salida, cenamos bien en la taberna Casa Pepe de la Judería y, después, para bajar la cena y despedirnos de Córdoba, damos un paseo hasta el Puente Romano iluminado.
Aunque algunas visitas han sido rápidas y de pasada, a excepción del Alcázar, que no hemos tenido tiempo de visitar,  hemos estado en prácticamente todos los puntos interesantes de la ciudad. De camino hacia el hotel, nos desviamos hasta la Plaza de la Corredera.

Plaza de la Corredera

Y ahora ya sí, vamos al hotel para un merecido descanso.


DOMINGO

Desayunamos unos ricos molletes en el Café Fénix de la Plaza de las Tendillas. Después, recogemos las maletas y ponemos rumbo hacia Medina Azahara.
Lo primero que visitamos es el museo, haciendo tiempo hasta la próxima proyección del documental en el auditorio.

Centro de interpretación de Medina Azahara

El documental "Madinat Al-Zahra: la ciudad brillante", muy bien hecho, nos instruye sobre cuándo y cómo se fundó la ciudad así sobre cómo se supone que era en base a lo que se ha encontrado.
Después de ver el documental, nos dirigimos al aparcamiento en la entrada del recinto, de donde salen, aproximadamente cada 15 minutos, los autobuses que nos van a llevar al yacimiento, en las estribaciones de Sierra Morena.

Medina Azahara

Después de recorrer las ruinas, hacemos el camino inverso en autobús hasta el museo, donde recogemos nuestro coche y emprendemos el camino de vuelta a casa.


LO QUE QUEDA PENDIENTE PARA OTRO VIAJE:
- Disfrutar los patios del Palacio de Viana más despacio: Si vuelvo a Córdoba, pasaré del interior del palacio, que con verlo una vez, ya vale, y dedicaré tiempo sin prisa a disfrutar los patios.
- Buscar las calles del callejero pirata.
- Visitar el Alcázar