Camprodón

En el Ripollés

A 988 metros de altitud, en las estribaciones de los Pirineos, se encuentra este delicioso municipio que a principios del siglo XX se puso de moda entre la clase alta barcelonesa.
Llueve a ratos por el camino. A los lados de la carretera, entre el verdor de la montaña asoman de vez en cuando las fachadas de piedra de las masías que vamos dejamos atrás.
Dejamos el coche en una placita que encontramos a la entrada del pueblo y vamos caminando hacia el centro. Enseguida encontramos el espectacular puente románico sobre el río Ter, el Pont Nou (Puente Nuevo). Data del siglo XII y se ha convertido en el emblema del pueblo.



Poco antes de cruzarlo, entre las casas de la derecha, sube una estrecha escalera que lleva hasta lo alto del puente. Hay una buena vista desde arriba que se extiende sobre las casas y el río. Cruzamos bajo el puente, ahora sí, y seguimos caminando por la calle Isaac Albéniz, donde hay algunas tiendas de embutidos de la zona. Llegamos al río Ritort y, muy cerca del punto en que se une al Ter, vemos unas casas colgadas sobre el agua que, aunque a mucha menor escala, por su disposición y colorido recuerdan mucho a las casas del Onyar que vimos en Gerona.
Seguimos por la calle Ferrer Barbara, que empalma con la Avenida Maristany. Recorremos el Paseo Maristany hasta el final, un paseo encantador que la lluvia nos respeta. A ambos lados podemos ver las bonitas casas que se construyeron en aquella época en que la burguesía barcelonesa venía hasta aquí para mejorar su salud respirando estos aires.
Regresamos al lugar de aparcamiento y nos ponemos en marcha rumbo a la comarca de La Garrotxa y, más en concreto, hacia su capital: Olot. Las nubes cada vez aparecen más oscuras y amenazadoras.



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