Capadocia desde las nubes, paseo en globo


Nos recogen en el hotel a las 5:00, en un pequeño autobús de unas 20 plazas. El sueño y el frío de esas horas se mezclan con la emoción por la aventura que nos espera. Ha nevado la tarde anterior, la de nuestra llegada, aunque al poco de dejar el hotel la nieve desaparece y el suelo está limpio.
Pronto dejamos una carretera más principal y nos internamos en un valle por intrincados y estrechos caminos hasta un punto en el que nos ofrecen un rápido desayuno, no sólo a nosotros, sino también a otros viajeros que han llegado hasta aquí en otros autobuses. Sienta bien el té caliente para templar el cuerpo y los ánimos. Aún nos queda un pequeño trayecto en autobús hasta llegar donde nuestro globo espera, ya casi hinchado. Volamos con Anatolian Balloons.


Al verlo tan cerca impresiona su tamaño. La cesta se ve insignificante en comparación, y vamos a montar en ella 22 personas: el piloto y 21 pasajeros. La cesta está compartimentada. El piloto ocupa el compartimento central. En los laterales nos repartimos, 5 o 6 personas en cada uno. Entramos en la cesta trepando por el lateral, metiendo los pies en unos agujeros dispuestos para ello.


Los ayudantes están prestos a ayudar a los menos ágiles y con un efectivo empujón al que lo necesita pronto estamos todos dispuestos. Aún hay que calentar el aire un poco más. El chorro de fuego penetra con un rugido en el interior del globo. Estamos a punto de despegar.


Antes de alzarnos, el piloto nos explica la "landing position", la posición que debemos adoptar en el aterrizaje, agachados y sujetos a la cesta. Entre risas ensayamos. ¿Cuándo despegamos?
El globo nos levanta suavemente, sin ningún movimiento brusco, flotando en el aire. Rápidamente aumentan los metros que nos separan de la tierra. Parece mentira pero ¡estamos volando!


Es momento de relajarse y disfrutar de este paisaje único. Observamos por primera vez las increibles formaciones de la Capadocia. Infinidad de globos, de diferentes colores, nos rodean. Algunos se acercan tanto a las rocas que parece que se vayan a estrellar contra ellas irremediablemente, pero los pilotos demuestran su pericia y control y afortunadamente no hay ningún incidente.


Hace millones de años toda esta zona quedó cubierta por decenas de metros de cenizas, barro y lava procedentes de la erupción de los volcanes Erciyes, Hasandaz y Malendiz. La masa caliente, al enfriarse, se contrajo y agrietó. Después, la erosión provocada por el aire, el agua, la nieve y los cambios de temperatura hizo el resto, esculpiendo extrañas formas en la roca.


Al tratarse de una roca muy blanda, la toba, el hombre supo aprovechar estas formaciones utilizándolas como edificios, según sus necesidades. La falta de madera y otros materiales de construcción en la zona no fue un problema y en estas rocas se moldearon casas, templos, establos, palomares... etc.


Hay luz pero no vemos el sol. Es una pena que el día esté tan nublado. ¿O no? Una agradable sorpresa nos espera.
El globo asciende rápidamente. El frío se intensifica. Es la humedad de las nubes. Ya no vemos nada debajo, ni alrededor, sólo la algodonosa masa que nos envuelve, esta niebla inesperada. No pensé que íbamos a subir tan arriba. ¿Dónde vamos?


¡Ahí está el sol! La bola de luz aparece tras una nube. Dejamos atrás la humedad fría y la caricia de estos rayos tímidos son un regalo.


De pronto una imágen fantástica nos deja sin palabras. El extinguido volcán Erciyes, de casi 4000 metros, se alza ante nosotros como un gigante, como un faro que vigila nuestro vuelo.


Hay imágenes que se graban en la retina y en la memoria y ésta, sin duda, es una de ellas. Pasarán años, pasarán décadas, probablemente olvidaremos los nombres de la mayoría de los lugares que estamos visitando en este viaje. Seguramente también olvidemos esos lugares pero creo que nunca olvidaremos esta paz, este mar de nubes a nuestros pies, el volcán vigilante e inesperado.
Pronto asoma entre las nubes otro globo, otro viajeros que vivirán instantes inolvidables.


La sombra de nuestro globo se refleja en la masa de algodón.


El aterrizaje es más brusco que el despegue. El piloto anuncia que es momento de la "landing position" y enseguida estamos listos. No imaginé que frenáramos de esta manera, pero la cesta golpea de canto varias veces contra la tierra antes de quedar inmóvil. Enseguida vienen los ayudantes, que consiguen estabilizarlo y, después, anclarlo sobre un remolque.


Salimos de la cesta, brindamos con champán y recibimos del piloto un diploma en el que consta nuestro nombre y la fecha del vuelo. Los ayudantes recogen en pocos minutos la inmensa tela del globo que, aunque parece mentira, cabe en una cesta.


Después nos devuelven al hotel y llegamos a tiempo para el desayuno. Hay que coger fuerzas para este día que ha empezado tan bien y que promete ser interesante.

Después de desayunar nos ponemos en camino para iniciar nuestra visita por tierra.

P.D.- PRECIO del viaje en globo: 150 € por persona



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