La Misa de los Derviches



Ayer en Konya visitamos el mausoleao de Mevlana, fundador de la orden de los Derviches y de cuya inspiración nace este rito. Hoy el guía nos ha ofrecido, como visita opcional (15 € por persona), asistir a una misa de Derviches, la Semâ. Aunque intenta venderlo como algo místico y probablemente conserve ese espíritu en otras celebraciones, en realidad me temo que la ceremonia a la que asistimos es una atracción más enfocada al turismo que otra cosa pero, aún así, nos llama la atención contemplar un rito tan diferente a los nuestros.
El estrado es circular, de madera, un poco elevado, con dos tribunas: una más grande, con pieles de cordero blancas, donde se colocarán los derviches; y otra más pequeña, con una sola piel teñida de gena, roja, que simboliza la presencia de Mevlana. Los músicos se sitúan al fondo, frente a nosotros.
Los espectadores nos situamos alrededor del estrado, en bancos dispuestos en diferentes niveles para ver el espectáculo mejor.


Hasta que la misa comienza, nos ameniza la espera el sonido del ney, una especie de flauta de caña. Al rato llegan los derviches giróvagos (Semâzen), el maestro que va a dirigir la ceremonia (Seyh Efendi), y los músicos. La Semâ consta de 7 partes, cada una con un significado propio y que, en conjunto, representan un viaje hacia la Perfección.
La primera parte empieza con la recitación de una letanía.
La segunda parte son sonidos de tambor que simbolizan la orden divina de la creación universal.
En la tercera es el ney el protagonista, representando el suspiro divino que da vida a todo.
En la cuarta parte (Devri Veledi) los Semâzen se saludan tres veces entre ellos a la vez que caminan en círculo. Es un saludo de alma a alma a través del cuerpo.
En la quinta parte los Derviches se quitan la túnica negra y piden permiso al maestro para iniciar la Semâ.
Esta es la parte más vistosa y más esperada. Los danzantes van vestidos con un gorro de fieltro (takke) que es la lápida de sus deseos, una túnica blanca, el color del luto, (la mortaja de sus deseos) y una especie de capa o abrigo negro (que simboliza la tumba). Se quitan la túnica negra y empiezan a girar entonando el zikr, un enunciado corto que repiten constantemente.



Este rito se basa en que la condición básica de la existencia es el movimiento giratorio ya que los electrones y protones de los átomos que forman cualquier estructura giran, así como la más diminuta molécula o la estrella más lejana. Y los planetas, y la sangre en el aparato circulatorio. En su giro los derviches alzan una mano hacia lo alto, buscando la unión con Alá. La otra mano está más baja y vuelta hacia la tierra, para repartir al mundo esa unión.
La sexta parte continúa con una lectura del Corán.
La séptima y última parte consta de una oración recitada a las almas de todos los mártires.

Terminada la función regresamos al hotel para la hora de la cena, aunque sería como la merienda en casa. Es una hora más tarde que en España y, además, aquí se cena mucho antes, pero ha sido un día intenso y da la sensación de que sea mucho más tarde. Es lo malo de viajar en esta época, que anochezca tan temprano.




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