Cascadas de Karpuzkaldiran y Kursunlu y últimas horas en Antalya

Nuestro último día en Turquía amanece radiante. Antes de desayunar me acerco hasta la playa a ver el mar Mediterráneo y con intención de pasear por la orilla pero la arena está demasiado fría y, cerca del agua, hay piedrecitas que molestan en la planta descalza del pie, así que pronto doy media vuelta y regreso al hotel.


Playa en Antalya, Turquía

Después de desayunar partimos en grupo hacia la Cascada de Kursunlu, a 19 kms de Antalya. Los arroyos de la región provenientes de las montañas Tauro vierten el agua por sus laderas para después llegar, a veces por la superficie, a veces subterráneos, a veces en saltos formando cascadas como ésta, hasta el mar. Proviene del río Aksu y está rodeada de un frondoso bosque de pinos, y otra vegetación exuberante. La tranquilidad y frescura del lugar, así como variadas especies vegetales (patos, truchas, tortugas...) hacen del paraje un agradable oasis por el que pasear.


Cascada de Kursunlu, Turquía

Antes de nuestra visita a la siguiente cascada vamos a una fábrica de piel. Seguidamente nos dirigimos a la Cascada de Karpuzkaldiran, donde el agua que llega de las montañas vierte esta vez directamente en el mar en una caída de unos 30 metros. Ésta se encuentra en la misma ciudad, junto a la playa de Lara.


Cascada de Karpuzkaldiran, Antalya (Turquía)

Tras la visita a las cascadas vamos a comer a un restaurante cercano donde ¡por fin! comemos pescado, que no hemos probado hasta ahora. Después de comer, vamos hacia el centro de Antalya. Özkan, el guía, está enfadado porque hemos comprado menos de lo que esperaba. ¿Se le ha fastidiado la comisión? El caso es que nos deja muy poco tiempo para ver la ciudad y hacer compras y no queda más remedio que ir a la carrera para intentar aprovechar el tiempo lo más posible. El autobús nos deja en la Plaza de la República, donde podemos ver el Minarete Yivli, minarete estriado de 38 metros de altura que se ha convertido en el símbolo de la ciudad.


Minarete Yivli en Antalya, Turquía

Muy cerca de allí vemos la Torre del Reloj.


Torre del Reloj en Antalya, Turquía

Y caminamos con prisa hasta la Puerta de Adriano, que ahora vemos a la luz del día.


Puerta de Adriano en Antalya, Turquía

Muy cerca de allí, nos dirigimos hacia la tienda de pashminas que localicé el día de nuestra llegada para llevar algunas de recuerdo y luego, a la carrera, nos internamos en el barrio de Kaleiçi, hasta el Minarete Korkut o Truncado (Kesik Minare).


Minarete Korkut o Truncado en Antalya, Turquía

Callejeamos de vuelta a la Plaza de la República no sin detenernos unos segundos bajo unas antiguas y típicas casas de madera.



Antiguas casas típicas de madera en Antalya, Turquía

Y llegamos entre dos luces y a la hora fijada a la Plaza donde el sol, ya oculto tras las montañas Tauro, y el minarete acanalado Yivli componen una imágen para el recuerdo.


Plaza de la República, Antalya (Turquía)

De madrugada cogeremos el avión de regreso a Madrid y así ponemos el punto final a este viaje donde lo hemos pasado bien, nos hemos reído mucho y hemos admirado esta tierra mágica.


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Capadocia: Ciudad subterránea de Saratli, Caravansar del Sultán y regreso a Antalya

Con el nuevo día, visitamos la ciudad subterránea de Saratli, que hace poco se ha abierto al público. Estas ciudades son un gran misterio ya que se desconoce su orígen y su número exacto, aunque actualmente se piensa que puede haber más de 200. Las más conocidas y estudiadas por los arqueólogos son las de Kaymakli y Derinkuyu, distantes una de otra 9 kilómetros, capaces de albergar entre ambas nada menos que unas 75.000 personas, y unidas por un largo túnel de unos dos metros de ancho.
Fueron descubiertas por casualidad a partir de mediados de los años 60. Siendo esta zona lugar de paso de ejércitos y de invasiones, como puente de unión estratégico entre Europa y Asia, arqueólogos e historiadores coinciden en buscar en estas construcciones la necesidad de supervivencia física de sus moradores, que las habrían utilizado con esta finalidad durante siglos. Una vez que se alcanzó la estabilidad política y social, sus habitantes habrían abandonado estos refugios definitivamente y así habrían quedado durante largos años en el más completo olvido.
Las dependencias tenían funciones de lo más variado, a fin de garantizar el normal funcionamiento de una ciudad. Así, se pueden localizar habitaciones de descanso, naves de trabajo, comedores, cocinas, iglesias, salas de reunión, almacenes, áreas de letrinas, establos para los animales... etc.


Con pozos de agua y con alimento suficiente, los refugiados podían aguantar largos períodos bajo el subsuelo. Todas estas estancias están comunicadas unas con otras mediantes túneles kilométricos que recorren toda la ciudad y que, sorprendentemente, comunican también entre sí la mayoría de las ciudades creando un auténtico mundo subterráneo que podría haber sido habitado por cientos de miles de habitantes.
Muchos de estos túneles son estrechos, bajos y serpenteantes, a fin de dificultar al máximo los movimientos de los potenciales enemigos armados. Además, en puntos estratégicos se encuentran situadas, a modo de cortafuegos, enormes piedras redondas de piedra que, movidas desde el interior, bloquearían el paso a los intrusos.


Las diferentes dependencias de la ciudad se encuentran en distintos niveles de profundidad, a modo de sótanos, perfectamente ventiladas mediante conductos al exterior capaces de mantener el aire limpio y una temperatura constante durante todo el año.


En Derinkuyu, la que hasta ahora se considera la mayor de las ciudades subterráneas, hasta el momento se han excavado 8 niveles o plantas y se sabe que aún hay otros 10 más. Esta increíble obra arquitectónica, este gran entramado perfectamente planificado y estructurado plantea un buen número de interrogantes que no hacen sino sumar un misterio más a esta tierra mágica.

Después de esta visita, nos ponemos en marcha dejando Capadocia atrás. 540 kilómetros nos separan de Antalya, donde llegaremos ya de noche a través de la cadena de montañas Tauro. Aparte de las paradas técnicas cada 2 horas, hacemos una más prolongada en el Caravansar del Sultán (Sultanhani Karavanserai), la mayor de estas posadas-fortaleza de Turquía, que eran utilizadas como puntos de descanso por comerciantes y nómadas. Fue construído en 1229 y accedemos al él traspasando la ornamentada puerta de mármol.


Consiste de 2 secciones: una cubierta, para invierno, y un patio al aire libre, más utilizado en verano. En el centro del patio rectangular, destaca una pequeña mezquita de planta cuadrada.


La parte cubierta, el interior, aunque "en bruto" me recuerda mucho al Caravansar de Horozluhan en el que comimos al venir.


Quizá no tardando mucho también conviertan éste en restaurante, pero hoy por hoy podemos recorrerlo sin obstáculos, en un silencio únicamente interrumpido por el gorjeo de las palomas. Son ellas las que atraen nuestra mirada hacia lo alto y hacen que descubramos esta bonita cúpula que remata el conjunto.


Una vez fuera, desde más lejos podemos apreciar su gran tamaño y robustez.


Continuamos viaje hasta Antalya. Llegamos al hotel Alva Donna 5* de noche. El resort está francamente bien, en primera línea de playa, con un buen buffet y magníficas instalaciones pero con un gran inconveniente, y es que está a 50 kms del centro. Me habría gustado poder volver a pasear por las tranquilas calles del viejo Antalya, en el barrio de Kaleiçi, pero habrá que esperar hasta mañana.






Capadocia: Ortahisar, Valle de los Palomares, Valle de los Monjes, Sinassos, Uchisar



Empezamos el día visitando un pueblo troglodita típico: Ortahisar. El centro histórico, la fortaleza antaño inexpugnable, se alza como un gigante agujereado sobre las casas más modernas.


Llovizna al bajar del autobús, afortunadamente es una lluvia muy fina que ni siquiera anima a sacar los paraguas. Hace fresquito, no en vano estamos en noviembre, pero afortunadamente no vamos a mojarnos en este viaje.

El gobierno turco hace años comenzó a expropiar estos centros históricos, para preservarlos pero también para garantizar la seguridad de los habitantes. Puede que sea una falsa impresión, pero la grieta de la derecha amenaza con que ese trozo pueda desplomarse a poco que el agua o el viento actúen sobre la roca tan blanda.


Al verlo desde la base, aún parece más alto.


A unos 500 metros, se alza otra fortaleza más pequeña, comunicada con ésta por un túnel subterráneo.
Callejeamos por la parte antigua sin tiempo para adentrarnos en la parte más moderna y observar el contraste.


A continuación, nos detenemos en el mirador del Valle de los Palomares (Güvercinlik Vadisi), llamado así por los numerosos palomares del siglo XVIII aquí enclavados.
A lo lejos, se alza imponente la inmensa fortaleza de Uchisar, que visitaremos al final del día.


En el mirador hay un árbol sin hojas de cuyas ramas cuelgan infinidad de ojos turcos. Me fijo en uno de ellos más grande y me lo traigo en foto como amuleto. En Turquía los vemos en todas partes, se supone que ahuyentan el mal de ojo. No es que yo crea mucho en estas cosas pero... nunca se sabe.


Justo frente al mirador, al otro lado de la carretera, hay una fábrica de joyas que también visitamos. Nos hablan de la turquesa, cuyo significado es "piedra turca", ya que de esta nacionalidad eran los primeros comerciantes que llevaron las gemas a Europa.


Tienen cosas bonitas pero a precios desorbitados que hay que rebajar a un precio aceptable a fuerza de regateo. Casualmente veo en una vitrina un reloj de Tommy Hilfiger exactamente igual al que llevo y, al preguntar el precio, me lo ofrecen a más del doble de lo que costó en España. Sinceramente, no creo que merezcan la pena estas visitas, pero no hay otra opción viajando en grupo organizado.
Finalmente terminamos en la tienda de joyas y proseguimos ruta. La próxima parada es en el Valle de los Monjes (Pasabag) o de las chimeneas gigantes, llamado así porque aquí moraban ermitaños. Algunas chimeneas de las hadas alcanzan una altura impresionante.


Con sus sombreritos de basalto, parecen artificiales.


Más que fruto de la erosión, parece como si un gigante caprichoso las hubiera moldeado con las manos y, a veces, perezoso, las hubiera dejado inacabadas.


De nuevo el hombre ha aprovechado estas moles y formas a lo largo de los siglos para cubrir sus necesidades y a su conveniencia, horadando habitáculos y galerías que, en ocasiones, pueden visitarse.


Después de esta curiosa visita, hoy vamos a comer una típica comida turca. Empezamos con unos entrantes variados y la ya conocida sopa de boda,


para seguir con un kebab cocinado a fuego lento en horno de leña y servido en cazuela de barro,


acompañado de cus cus y arroz blanco.


Después de comer, visitamos el pueblo de Mustafa Pasha (Sinassos), que fue habitado durante mucho tiempo por griegos, cuyo estilo ha quedado reflejado en los frentes de las casas construidas hasta 1923. En el siglo XVIII los comerciantes de Sinassos llegaron a ser muy ricos y dotaron al pueblo de una gran iglesia y muchas buenas casas.


Callejeamos por el pueblo en un rápido recorrido, sin tiempo para detenernos más porque aún tenemos que ir a Uchisar y queda poco para que el sol se ponga.


Llegamos a Uchisar entre dos luces. Es una pena no tener el tiempo necesario para internarnos en el gigantesco hormiguero horadado y subir hasta lo más alto, donde ondea la bandera turca.
Se puede llegar hasta arriba entrando en la mole, subiendo escaleras, recorriendo galerías. Los que consiguen subir dicen que la vista desde lo alto es impresionante y me pregunto si aún impresionará más que tener este inmenso pueblo troglodita a un tiro de piedra.


De todo lo que hemos visto en este viaje, son estas increíbles construcciones lo que más llama mi atención. No sólo porque la naturaleza se haya entretenido con infinito tiempo y tesón en dar forma exterior a la roca volcánica sino, sobre todo, por cómo el hombre ha sabido sacar provecho de esta circustancia, trabajando el interior de la toba, creando así sus viviendas, sus iglesias, sus establos, sus ciudades, sus fortalezas.

Rematamos el día con una velada folklórica (opcional, por 25 € por persona). Cenamos en el hotel y, después, vamos a un local donde nos amenizan con danzas típicas.


Sin que falte la sugerente danza del vientre.


Picamos unos aperitivos y hay barra libre de bebidas. Cuando termina el espectáculo es hora de baile. A gusto y pasándolo bien, bailamos hasata que llega la hora del cierre y regresamos al hotel a descansar, que ya va quedando poco viaje.




La Misa de los Derviches



Ayer en Konya visitamos el mausoleao de Mevlana, fundador de la orden de los Derviches y de cuya inspiración nace este rito. Hoy el guía nos ha ofrecido, como visita opcional (15 € por persona), asistir a una misa de Derviches, la Semâ. Aunque intenta venderlo como algo místico y probablemente conserve ese espíritu en otras celebraciones, en realidad me temo que la ceremonia a la que asistimos es una atracción más enfocada al turismo que otra cosa pero, aún así, nos llama la atención contemplar un rito tan diferente a los nuestros.
El estrado es circular, de madera, un poco elevado, con dos tribunas: una más grande, con pieles de cordero blancas, donde se colocarán los derviches; y otra más pequeña, con una sola piel teñida de gena, roja, que simboliza la presencia de Mevlana. Los músicos se sitúan al fondo, frente a nosotros.
Los espectadores nos situamos alrededor del estrado, en bancos dispuestos en diferentes niveles para ver el espectáculo mejor.


Hasta que la misa comienza, nos ameniza la espera el sonido del ney, una especie de flauta de caña. Al rato llegan los derviches giróvagos (Semâzen), el maestro que va a dirigir la ceremonia (Seyh Efendi), y los músicos. La Semâ consta de 7 partes, cada una con un significado propio y que, en conjunto, representan un viaje hacia la Perfección.
La primera parte empieza con la recitación de una letanía.
La segunda parte son sonidos de tambor que simbolizan la orden divina de la creación universal.
En la tercera es el ney el protagonista, representando el suspiro divino que da vida a todo.
En la cuarta parte (Devri Veledi) los Semâzen se saludan tres veces entre ellos a la vez que caminan en círculo. Es un saludo de alma a alma a través del cuerpo.
En la quinta parte los Derviches se quitan la túnica negra y piden permiso al maestro para iniciar la Semâ.
Esta es la parte más vistosa y más esperada. Los danzantes van vestidos con un gorro de fieltro (takke) que es la lápida de sus deseos, una túnica blanca, el color del luto, (la mortaja de sus deseos) y una especie de capa o abrigo negro (que simboliza la tumba). Se quitan la túnica negra y empiezan a girar entonando el zikr, un enunciado corto que repiten constantemente.



Este rito se basa en que la condición básica de la existencia es el movimiento giratorio ya que los electrones y protones de los átomos que forman cualquier estructura giran, así como la más diminuta molécula o la estrella más lejana. Y los planetas, y la sangre en el aparato circulatorio. En su giro los derviches alzan una mano hacia lo alto, buscando la unión con Alá. La otra mano está más baja y vuelta hacia la tierra, para repartir al mundo esa unión.
La sexta parte continúa con una lectura del Corán.
La séptima y última parte consta de una oración recitada a las almas de todos los mártires.

Terminada la función regresamos al hotel para la hora de la cena, aunque sería como la merienda en casa. Es una hora más tarde que en España y, además, aquí se cena mucho antes, pero ha sido un día intenso y da la sensación de que sea mucho más tarde. Es lo malo de viajar en esta época, que anochezca tan temprano.




Capadocia: Avcilar, Devrent, Ürgup, Museo al aire libre de Göreme, Misa de los Derviches

Ya reunidos con los compañeros de grupo que no han viajado en globo, dejamos el hotel e iniciamos nuestro recorrido por Capadocia por carretera. Capadocia es una región localizada en la zona central de Anatolia. Su área estaría delimitada por un triángulo imaginario de unos 20 kms de lado cada uno, con vértices en las localidades de Urgup, Avanos y Nevsehir.
La primera parada es el mirador de Avcilar, desde el que tenemos una maravillosa panorámica de las chimeneas de las hadas. Al fondo, se distingue el pueblo de Göreme.


Estas formaciones, especie de torreones separados unos de otros, se formaron por la erosión ejercida durante miles de años sobre montículos con una parte superior dura, de basalto o andesita, y la parte inferior blanda, de toba o tufa, de origen volcánico. Las rocas duras de la parte superior hacen efecto paraguas protegiendo a la parte inferior. Su altura puede llegar hasta los cuarenta metros.

La siguiente parada es en el Valle de Devrent o Valle de la Imaginación o de la Fantasía. Aquí el viajero puede pasear entre las formaciones y jugar a encontrar semejanzas con formas conocidas. Rápidamente encontramos el caracol y no podemos ver más, ya que vamos con prisa y sin tiempo para buscar otras.


Seguidamente visitamos un centro de fabricación de alfombras. Nos muestran el proceso de extracción de los hilos de seda


y el del tejido de alfombras en los telares.


Después, con un té en la mano, comienza la muestra de productos para la venta.


A continuación, vamos a ver Las Tres Bellas, cerca de Ürgüp, un conjunto muy fotografiado y representativo de esta tierra, claro exponente de chimeneas de las hadas. A la izquierda, el padre con el hijo. A la derecha, la madre embarazada. Detrás, los dos abuelos.


Como curiosidad, en la parte posterior del "hijo" podemos ver las pisadas en la roca para facilitar trepar hasta la puerta de entrada. El interior ha sido vaciado y antaño serviría como vivienda o almacén.


Después de comer visitamos el Museo al Aire Libre de Göreme, declarado Patrimonio de la Humanidad en 1985.
Se necesitan unas dos horas para recorrerlo y admirarlo.
A ambos lados de la entrada se levantan los Monasterios de los hombres y de las mujeres, dicen que conectados mediante un túnel en el subsuelo, inmensas moles de roca de varios pisos vaciados como si de un queso de Gruyere se tratara. Simplemente IMPRESIONANTE.



Un grupo de monjes se concentraron aquí y construyeron iglesias para el culto cristiano. Están excavadas en la toba volcánica y están decoradas con pinturas de distintas técnicas artisticas. Desde el mirador que hay junto a la Iglesia de la Manzana (Elmali Kilise) podemos ver los palomares excavados en la roca, con pequeños agujeros para entrada y salida de los animales.


La cría de palomas obedece a varios motivos: para alimentarse con su carne, utilizar sus excrementos como estiércol para sus cultivos, y como mensajeras, entre otros.

En el interior de la iglesia, maravillan los frescos que decoran techo y paredes, pintados directamente sobre la roca excavada hace cientos de años.


La siguiente iglesia que visitamos es la Capilla de Santa Bárbara (Azize Barbara Sapeli), las pinturas de ésta son de un estilo y técnica diferentes a la anterior.


En el resto de la visita, entramos en más iglesias (la hebilla, La Serpiente, Las Sandalias, San Basilio... etc). Todas ellas tienen en común que fueron realizadas en los siglos X a XI perforando grandes monolitos.
Variados "edificios" se suceden a lo largo del recorrido.


Muchos de ellos se pueden visitar. El interior es una sucesión de estancias vacías horadadas en la piedra comunicadas unas con otras.



Cuando estos edificios estaban en uso, los agujeros de puertas y ventanas quedaban ocultos tras la fachada de roca. Hoy en día quedan a la vista al haber caído por la erosión muchas de esas paredes exteriores.


En una de las estancias, cocina/comedor, podemos ver el techo y paredes negros por el humo del fuego y una larga mesa rodeada de bancos, tallados en la roca.



Saliendo del recinto del museo en dirección al parking, a la derecha esta la Iglesia de la Hebilla (Tokali Kilise), la más grande de las iglesias de esta zona, también decorada con frescos.


Antes de cenar, tenemos la visita opcional a una Misa de Derviches.