Fuerteventura - día 6


Martes - sexto día y regreso: Corralejo - Parque de Dunas - Villaverde - Cueva del Llano - Tindaya - Aeropuerto


Empezamos la mañana regresando al Parque Natural de las Dunas, con más luz y calor que el domingo. Desde el arcén donde dejamos el coche no se ve el mar, sólo arena, dunas y, al fondo, el Islote de Lobos.

Parque Natural de Dunas, Corralejo (Fuerteventura)


Antes de hacer este viaje, tenía planificado visitarlo. Hay barquitos que van allí desde el puerto de Corralejo, pero al final no nos dio tiempo. Lo dejamos pendiente para la próxima visita.

Al acercarnos al agua, junto a la orilla, hay zonas de roca


Islote de Lobos desde Corralejo, Fuerteventura


pero también enormes extensiones de arena limpia y desierta.


Playa en el Parque Natural de Dunas de Corralejo, Fuerteventura



Uno no puede evitar sentirse insignificante ante esta naturaleza salvaje y respetada. La arena es fina y suave, muy agradable para pasear sobre ella admirando los distintos tonos en el mar y escuchando el arrullo de las olas y el viento, que tampoco falta.

Desde aquí ponemos rumbo a Villaverde, en concreto a la Cueva del Llano, un tubo volcánico. Este lugar forma parte de la Red de Museos del Cabildo insular y, como el resto de lugares de esta red, está abierto de martes a sábado, desde las 10:00 a las 18:00.


Cueva del Llano en Villaverde, Fuerteventura


El museo consta de una zona interior, donde hay paneles que explican distintos aspectos de la isla y de la cueva, y una zona exterior, que es la cueva misma. Hay visitas guiadas cada hora. Nos dan una especie de gorro, parecidos a los de ducha, en blanco, y un casco tipo los de minero, con luz, para poder ver en el interior, ya que allí la oscuridad es absoluta.
Bajamos las escaleras que nos llevan hasta la entrada

Entrada a la Cueva del Llano en Villaverde, Fuerteventura



y nos internamos en ella. Más tarde la guía nos cuenta que en esta cueva vive una especie autóctona de araña que no se da en ningún otro sitio. Antes de entrar, hemos visto cómo es, aunque mucho más ampliada, ya que la araña real sólo mide 1 o 2 milímetros.


Araña autóctona de la Cueva del Llano, Fuerteventura


Terminada la visita a la Cueva del Llano nos dirigimos a La Casa de los Coroneles.




Casa de los Coroneles, Fuerteventura


Desde fuera me da sensación de ser más pequeña que una vez dentro. Aquí no hay visita guiada ni paneles con explicaciones. Se va pasando de una habitación a otra, en dos pisos. Muchas de ellas están vacías. Se echa de menos muebles o utensilios que reflejen más el ambiente de la época en que fue construida y utilizada. Desde la azotea se ve una panorámica de los alrededores, divisando incluso Tindaya, la montaña sagrada.

Montaña de Tindaya, Fuerteventura


Es frecuente observar grandes extensiones en las que no se ve a nadie. Hay muchas veces en la que por más que busques con la mirada una persona en un camino, en una carretera, en una tierra labrada, no hay absolutamente nadie, como si estuviéramos solos en la isla.

Comemos en El Horno, en Villaverde.
Después de comer, con pena, vamos hacia Puerto del Rosario, para tomar el avión de vuelta a casa. Pasamos junto a Tindaya sin detenernos. Está raro el cielo, despejado en el horizonte y con unos nubarrones sobre nuestras cabezas que amenazan despedirnos con lluvia.

Montaña de Tindaya, Fuerteventura

Las nubes no nos abandonan durante el trayecto.



Día nublado en Fuerteventura

Dejamos el coche de alquiler en la zona del aeropuerto donde lo habíamos recogido y entregamos las llaves en el mismo mostrador donde nos las dieron.

Atrás dejamos una isla salvaje, donde la naturaleza parece a veces amiga y otras adversaria, un reducto de tierra eterna, mecida por los mares, modelada por el fuego y el viento. Adiós, Fuerteventura, hasta la vista.

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